El 4 de marzo conmemoramos el Día Mundial de la Obesidad, una jornada destinada a unir esfuerzos y abordar de manera intersectorial este importante problema de salud.

El mensaje mundial para trabajar en este día pone algunos enfoques para considerar:

  • AUMENTAR LA CONCIENTIZACIÓN: Elevar la conciencia sobre cómo afecta la obesidad en la salud de las personas.
  • AUMENTAR LA PREVENCIÓN: Implementar medidas preventivas efectivas.
  • MEJORAR INTERVENCIONES: Reconocer la obesidad como un problema de salud y desarrollar intervenciones efectivas.
  • COMPARTIR EXPERIENCIAS: Fomentar el intercambio de experiencias para aprender y mejorar.

Hablemos de obesidad, estilo de vida y riesgo cardiovascular

La obesidad no es solamente un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares (ECV); es un catalizador que acelera y agrava la patología de múltiples complicaciones cardíacas.

¿Cómo afecta la obesidad en el desarrollo de ECV?

  • La obesidad induce inflamación crónica, promoviendo la formación de aterosclerosis, base de la enfermedad coronaria y ataques cardíacos.
  • La fibrosis auricular provocada por la obesidad facilita la fibrilación auricular, una de las arritmias más frecuentes, aumentando el riesgo de ataques cerebrovasculares.

 

  • La presión arterial elevada y el aumento del volumen sanguíneo por la obesidad sobrecargan el corazón, llevando a insuficiencia cardíaca.

Las complicaciones asociadas al exceso de peso,  como las enfermedades cardiovasculares, no aparecen cuando la persona llega a la obesidad. Por ello destacamos la importancia de llevar un estilo de vida saludable y disfrutable, antes de que se presente la enfermedad.

Dada la complejidad y multicausalidad de la obesidad, las estrategias para abordarla deben ser igualmente sofisticadas, con un enfoque interdisciplinario, trabajando con la persona y su familia.

Incorporar una alimentación reducida en los productos procesados que tienen exceso de grasas, azúcares y sodio (especialmente eliminar bebidas azucaradas y jugos y evitar galletitas, bizcochos y alfajores); y que sea rica en frutas, vegetales y fibras a partir de alimentos naturales es un punto de partida para bajar de peso, y traerá beneficios metabólicos y protección cardiovascular.

Las recomendaciones de la Guía alimentaria para la población uruguaya, brindan orientación en el camino de la alimentación saludable a partir de los 2 años. Su puesta en práctica será una colaboración para la prevención de la obesidad y hasta para su control.

En la imágen que resume las recomendaciones de la Guía se destaca la mitad superior con la presencia de frutas y hortalizas proponiendo un mínimo de 5 porciones al día (sin contar las papas y los boniatos), también un signo de menos para SAL y AZÚCAR y que productos evitar. El concepto del

 

disfrute de la comida saludable en base a alimentos e ingredientes naturales es posible y engloba, junto con larecomendación “MOVETE”, los aspectos del estilo de vida promotor de la salud.

La obesidad es una enfermedad compleja, multicausal, donde la alimentación juega un rol pero no es siempre el principal ni el único.

Es indispensable comprender la enfermedad y a la persona con obesidad, escucharla e identificar sus motivaciones, situación social y su posición hacia el cambio para hacer un planteo alimentario nutricional.

Los genes y la salud tienen su rol en el estilo de vida, también la situación socioeconómica, la educación, los gustos y las preferencias. Estos componentes deben ser considerados a la hora de plantear un tratamiento, y que sea consensuado con la persona.

El descenso de peso, aun en una proporción del 5 al 10%,  se puede traducir en un  beneficio metabólico. Aquellas personas con sobrepeso u obesidad con DM2 que logren una reducción modesta y sostenida del peso corporal  han demostrado mejorar su control glucémico y necesitar menos medicación antidiabética.

Muchos estudios han demostrado que una restricción calórica intensiva, con muy bajas calorías reduce sustancialmente el promedio de glucemia a los 3 meses,  la glucosa en ayunas y promueve la remisión de la enfermedad  en el transcurso de 2 años.

 

“Hablemos de Obesidad”, es también referirse al mantenimiento del peso perdido. La persona con obesidad muchas veces sufre recaídas, y sostener la reducción del peso puede significar un desafío aún mayor, que debe ser considerado parte del tratamiento. Acompañar con un equipo entrenado y con políticas públicas a las personas en el proceso de tratamiento de esta enfermedad crónica resulta indispensable.

Diversos aspectos del modo de vida actual en nuestro país contribuyen a la disminución del gasto energético diario en todas las esferas de nuestra rutina cotidiana. Este fenómeno no solo afecta a las actividades moderadas e intensas, sino que también establece patrones de comportamiento sedentario, propiciando el

 

desarrollo de enfermedades relacionadas con el estilo de vida, tales como la obesidad, la diabetes y enfermedades cardiovasculares, entre otras.

La elección de un estilo de vida activo conlleva efectos protectores para la salud, independientemente del peso corporal y el porcentaje graso (pondría corporal acá y no después de peso) de las personas.

Es crucial destacar que el impacto en la reducción del riesgo cardiovascular no sólo está vinculado a la pérdida de peso, aunque esta sea de magnitud leve.
También se relaciona con los cambios en la composición corporal al reducir la masa grasa y aumentar la masa magra, principalmente asociada al desarrollo muscular.

Se ha evidenciado que la actividad física regular y la reducción del sedentarismo disminuyen el riesgo cardiovascular, incluso en ausencia de cambios notables en la composición corporal. Las principales causas de esta reducción del riesgo se asocian con alteraciones positivas en los perfiles inflamatorio y metabólico, como la regulación de la insulina y el colesterol.

El incremento en la práctica de actividad física y la disminución del tiempo sedentario, especialmente el estar sentados o acostados, mejoran el perfil metabólico al abordar la insulinoresistencia e hiperinsulinismo comúnmente asociados con la obesidad. Además, favorecen la mejora del perfil lipídico, aumentando en general el colesterol bueno (c-HDL) y regula la presión arterial.

Cuadro 1: Volumen, tipo e intensidad de ejercicio físico y riesgo de mortalidad por todas las causas y eventos cardiovasculares en pacientes con enfermedad cardiovascular.

Es esencial reconocer la progresividad e individualidad como componentes fundamentales de cualquier propuesta para aumentar nuestra actividad física. Las actividades recomendadas deben abarcar ejercicios de resistencia aeróbica y de resistencia muscular.  La intensidad más apropiada es la moderada, aquella que provoca una leve dificultad para mantener una conversación fluida y genera una ligera sudoración. La intensidad del esfuerzo debe incorporarse progresivamente, ya que pequeños incrementos determinan cambios metabólicos significativos.

Es crucial ejercer precaución con la sobrecarga del sistema osteoarticular, proponiendo opciones parcialmente desgravadas y actividades accesibles que no causen daño ni lesiones. Ejemplos incluyen hidrogimnasia, bicicleta fija, natación o algunos aparatos de gimnasios al aire libre.

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